Tecnología y desigualdad

Los críticos del mercado, incluso el propio Karl Marx en el Manifiesto Comunista, suelen argumentar que este mecanismo de asignación de recursos conduce a la eficiencia económica, pero no a resultados justos. Para los marxistas, el capitalismo implica una gran producción de riqueza, pero dada la explotación por medio de la plusvalía el empobrecimiento del proletariado sería creciente, mientras que la concentración de la riqueza en manos de unos pocos también aumentaría. El mercado sería muy productivo económicamente pero injusto socialmente. Y en estos casos, cuando la mano invisible de Adam Smith fracasa, la solución sería hacer intervenir la mano visible del Estado.

No entramos a considerar que el mecanismo de decisión colectiva y la eficiencia asignativa del sector público está lejos de ser perfecta y presenta también importantes fallos. Aceptamos que el mercado, a pesar de crear una enorme cantidad de bienes y servicios, genera una distribución desigual de la renta. Por lo general, cualquier desarrollo o avance histórico, económico o social, nos aleja de la igualdad material. Es en los estadios más primitivos de la humanidad donde mayor igualdad ha existido y, por supuesto, siempre con el denominador común de la pobreza más extrema y las condiciones de vida más duras y extremas. A medida que la acción humana logra controlar el entorno natural y mejorar el nivel de vida, las desigualdades aparecen irremediablemente.

En una economía de mercado competitiva y abierta, se genera riqueza y se tiende a mejorar la situación de todos. Quien esté en el grupo más rico no tiene ninguna garantía de permanecer ahí en el tiempo. Está obligado a poner en juego su riqueza y satisfacer las continuas necesidades de los consumidores. Si no responde adecuadamente a las volubles demandas de la gente, su riqueza disminuirá y pasará a ocupar a un grupo de rentas más bajas. Elon Musk es la persona más rica del mundo gracias a sus empresas. Sin embargo, hace sólo 30 años, eso no ocurría. Basta con echar un vistazo al índice Forbes de las personas más ricas del mundo para ver cómo los nombres van cambiando año tras año. Mientras unos escalan posiciones en el índice, otros salen. Para salir de la pobreza, el hombre debe hacerlo a través de su trabajo productivo. La falsa ilusión de que se puede incrementar el nivel de vida sin producir nada y esperar a que un tercero te solucione todos los problemas conduce al debilitamiento de la fibra moral de una sociedad, a la erosión del sentido de responsabilidad y, en definitiva , a la pérdida de la libertad. Libertad y progreso económico y social suelen ir juntos. Totalitarismo y pobreza, también.

 

Una de las manifestaciones del dinamismo mercantil es el continuo progreso tecnológico. En ocasiones, la tecnología incrementa o agrava las desigualdades. Por ejemplo, cuando el progreso técnico se dirige esencialmente a aumentar la productividad de los trabajadores cualificados y a desplazar o sustituir a los trabajadores no cualificados. La automatización de un proceso productivo permite prescindir de muchos obreros que únicamente aportaban fuerza física, y sustituirlos por varios trabajadores cualificados, como los informáticos y los ingenieros, especializados en diseñar, programar, operar y reparar estos procesos mecanizados. Por esta vía, el sueldo del personal no calificado se estanca, mientras que el del personal cualificado incrementa.

‘Es en los estadios más primitivos de la humanidad donde mayor igualdad ha existido y, por supuesto, siempre con el denominador común de la pobreza más extrema y las condiciones de vida más duras y extremas’

Jordi Franch
«Economía», libro de texto para Bachillerato de Jordi Franch, con prólogo de Jesús Huerta de Soto.
 

El resultado, por tanto, es una mayor desigualdad salarial entre unos y otros por efecto de la mano invisible del mercado. Muchos argumentan que para contrarrestar esta tendencia es necesaria la intervención del sector público con mayor gasto social. Las cifras de gasto público sobre PIB, comparando las de 1980 y 2020, dan fe de la fuerte dinámica expansiva del Estado: del 46,1% al 61,5% en Francia, del 34,9% al 47 ,66% en EE.UU., del 24% al 59,7% en Grecia, y del 31,1% al 51,9% en España. Las cifras son contundentes y, en el caso europeo, se pueden consultar en la web del eurostat.

No siempre los avances tecnológicos del capitalismo contribuyen a incrementar sus desigualdades. Si la tecnología sustituye a los trabajadores calificados por robots inteligentes o máquinas con inteligencia artificial, en lugar de mayor desigualdad salarial tendremos mayor igualdad. Con los últimos progresos de la llamada cuarta revolución industrial, no está claro que algunas de las habilidades mentales de los humanos no puedan ser copiadas y mejoradas por máquinas.

Algunas aplicaciones van más allá del simple “copiar y pegar” y responden razonablemente a cuestiones complejas, hasta ahora reservadas a un círculo cerrado de expertos. El caso del club de fútbol británico Brentford es un ejemplo de cómo un equipo cargado de deudas se convierte en una máquina de hacer dinero. La política ruinosa de fichajes de algunos clubs, hasta situarlos cerca de la quiebra, podría superarse con una correcta gestión del Big Data. Decidir por qué lado lanzar el penalti o dejar las alineaciones de un partido, en la decisión de una máquina, puede superar las habilidades de un técnico experimentado.

El superordenador Deep Blue ya derrotó al campeón del mundo de ajedrez Garry Kasparov en 1997. La inteligencia artificial tiene potencial para sustituir a profesionales cualificados, pudiendo llegar a generar algún día tesis doctorales, libros monográficos o documentales especializados. No siempre el progreso tecnológico del mercado incrementa la desigualdad, ni la mano visible del Estado la disminuye.

 

Jordi Franch Parella

Profesor en UManresa (UVic-UCC) y autor del libro Economía, para Bachillerato.

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