Los países en desarrollo no necesitan transferencias de riqueza; necesitan mercados libres

 

Aunque en las sociedades industrializadas se ha reducido considerablemente, la pobreza continúa afectando severamente a los países en desarrollo. Aproximadamente 689 millones de personas -alrededor del 9,2% de la población mundial- sufren pobreza extrema, viviendo ​​la mayoría de ellas en países en desarrollo.

Bien es cierto que la liberalización de los mercados ha permitido frenar el aumento constante de la pobreza a países en desarrollo como China o Vietnam. Sin embargo, a pesar de los logros conseguidos por el capitalismo, algunos expertos siguen culpándole tanto de la extrema pobreza, como del hambre o de los desastres ambientales. Pese a los estudios que muestran consistentemente que el capitalismo de libre mercado es la estrategia más efectiva para aliviar a la condición humana y sacar a la gente de la pobreza, siguen considerándole como un sistema de explotación brutal que enriquece a los ricos a expensas de los pobres.

 

Contrariamente, el capitalismo de libre mercado funciona porque solo requiere el ingenio humano y la libertad de producir sin la interferencia del gobierno. Cuando las personas pueden innovar sin los inconvenientes de las regulaciones gubernamentales, se facilita la creación de riqueza. Además, los entornos comerciales que son hospitalarios con el espíritu empresarial motivan a más personas a iniciar nuevos negocios y en consecuencia a mejorar su nivel de vida.

‘Los mercados libres enriquecieron al mundo industrializado, y los países en desarrollo pueden unirse fácilmente a ellos, siempre que ignoren los desvaríos equivocados de los intelectuales de esos mismos países ricos’

En la línea de Rainer Zitelmann, lo que necesitan los países en vías de desarrollo no es menos sino más capitalismo.
 
En lugar de considerar al capitalismo como un enemigo del progreso, dichos expertos deberían observar como las regulaciones ineficientes generan pobreza en los países en desarrollo y que allí dondequiera que han sido desmanteladas, se ha desatado una ola de oportunidades productivas. El economista A.V. Chari ha constatado como las industrias que fueron eliminadas de la jurisdicción de License Raj’s, en la Índia, aumentaron su productividad en un 32%. Dicha mejora fue impulsada por la disminución de los costos de entrada y la relajación de las limitaciones de capacidad. Por un lado, la exención de reglamentaciones permitió disponer de más tiempo y recursos para el desarrollo empresarial, por el otro, cumplir con las regulaciones suele ser costoso, de modo que ante su ausencia se pudieron destinar más fondos a la expansión comercial. En conclusión, la desregulación reduce el costo de la expansión comercial al garantizar que los recursos que se habrían gastado en el debido cumplimiento de mandatos gubernamentales permanezcan en las arcas de la empresa para, por ejemplo, financiar la expansión.
Para revertir los niveles de pobreza, los economistas Samuel Kwaku Agyei y Godwin Adolf Idan recomiendan que los países subsaharianos fortalezcan sus instituciones y promuevan tanto la buena gobernanza como la apertura comercial.
 
Del mismo modo que la desregulación, la liberalización es otra herramienta del libre mercado que mejora el nivel de vida de los países en desarrollo. Pese a que las inclinaciones proteccionistas siguen siendo influyentes en todo el mundo en desarrollo, proteger los mercados locales de la competencia no supone una ayuda a los pobres. Al contrario, los países que adoptan la globalización tienen más probabilidades de beneficiarse de la transferencia de tecnología y registrar reducciones de la pobreza. Aunque las importaciones se perciben como negativas, deben celebrarse porque las importaciones baratas permiten a las personas pobres con menos ingresos disponibles ahorrar más dinero. A pesar de la reversión de algunas políticas económicas retrógradas, el proteccionismo continúa ejerciendo influencia en África, especialmente tras las consecuencias económicas inducidas por el Covid-19.

Un gran porcentaje de la pobreza mundial se concentra en el África subsahariana por lo que la región debería tomarse más seriamente que otras regiones la apertura comercial. Jennifer Mbabazi, Oliver Morrissey y Chris Milner en el artículo «Apertura comercial, costos comerciales y crecimiento: por qué el África subsahariana se desempeña mal«, argumentan que considerando sus desventajas naturales, la apertura comercial es particularmente importante para la región: «Aunque los países del África Subsahariana tienen desventaja debido a las barreras naturales y la distancia de los mercados, es posible realizar intervenciones que puedan reducir los costos de transporte y las transacciones comerciales. Se puede impulsar el desarrollo económico con políticas que fomenten las exportaciones, la diversificación y que reducen las barreras a la apertura«.

Samuel Kwaku Agyei y Godwin Adolf Idan en «Apertura comercial, instituciones y crecimiento inclusivo en África subsahariana” ​​señalan que la región ha retrocedido en la reducción de los niveles de pobreza y que si las tendencias actuales persisten, el 90% de la extrema pobreza mundial se concentrarará en dicha región. Para evitarlo recomiendan que los países subsaharianos fortalezcan sus instituciones y promuevan tanto la buena gobernanza como la apertura comercial.

Ante el lamento recurrente entre los economistas acerca de la infracapitalización de África, promover la apertura comercial puede facilitar la formación de capital. Los bienes de alto valor a menudo se producen en los países ricos; por lo tanto, las políticas que permiten la importación de insumos extranjeros permiten a los países africanos ascender en la cadena de valor. De ser así, los empresarios africanos producirán productos de mayor calidad para la exportación y los mercados internos y, por extensión, adquirirán más fondos para impulsar una mayor expansión y acumulación de capital.

Aunque muchos puedan sorprenderse, la apertura no solo fomenta el crecimiento sino que también reduce la desigualdad. En un documento de trabajo del Fondo Monetario Internacional titulado «Desigualdad de ingresos en los Estados pequeños y el Caribe: hechos estilizados y determinantes«, los autores señalan que al atraer inversión extranjera directa, la apertura financiera conduce a más empleo y menos desigualdad.

En definitiva, culpar al capitalismo por las tasas de pobreza en los países en desarrollo puede ser políticamente correcto, pero como la mayoría de las suposiciones de moda, no se sostiene con la verificación de datos. Los mercados libres enriquecieron al mundo industrializado, y los países en desarrollo pueden unirse fácilmente a ellos, siempre que ignoren los desvaríos equivocados de los intelectuales de esos mismos países ricos.

 

Lipton Matthews

Publicado originalmente en Mises.org

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