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La crisis migratoria demuestra que la ayuda internacional fracasó, por Anna Mahjar-Barducci

En agosto, el cruce de la frontera entre Estados Unidos y México por parte de familias inmigrantes alcanzó un nivel récord. Lo mismo ocurre en Europa, donde la inmigración irregular procedente del continente africano está aumentando. La pregunta es por lo tanto obvia: dado que Occidente está enviando miles de millones de dólares en ayuda exterior, ¿por qué está creciendo el número de inmigrantes económicos?

El sitio web de USAID informó que la solicitud de presupuesto del presidente para el año fiscal 2024 incluye $32 mil millones en asistencia extranjera, que es $3 mil millones (10 por ciento) por encima del nivel ajustado aprobado para el año fiscal 2023. A esta cantidad de dinero habría que añadir otros miles de millones de dólares procedentes de las agencias europeas de ayuda exterior. Sin embargo, como a lo largo de los años el total de subvenciones y préstamos en condiciones muy favorables (que a menudo se condonan) asciende a billones, la gente de los países en desarrollo debería ser ya muy rica. Como este no es el caso, la ayuda internacional claramente fracasó.

 

La “cultura pop de la ayuda” de Hollywood

 

La ayuda internacional ha estado financiando a los gobiernos centrales (¡no al pueblo!), lo que terminó promoviendo el estatismo y desalentando la creación de una cultura empresarial. Como resultado, los burócratas del gobierno se hicieron más ricos y los ciudadanos comunes se empobrecieron. Como lo expresó el economista británico Peter Bauer: “La ayuda internacional es un proceso mediante el cual los pobres de los países ricos subsidian a los ricos de los países pobres”.

‘Los países en desarrollo necesitan acceso a los mercados y a las inversiones directas. No necesitan la “caridad” mal utilizada por los gobiernos centrales. Sin embargo, hasta que la ayuda internacional siga desalentando la libre empresa y limitando el crecimiento económico, la crisis migratoria continuará y se volverá insostenible.’

«Dead aid», uno de los libros de referencia de la economista Dambisa Moyo.
 
Según la economista de Zambia Dambisa Moyo, la “cultura popular de la ayuda” de Hollywood reforzó la idea errónea de que la asistencia para el desarrollo es útil. Sin embargo, “la ayuda ha contribuido a empobrecer más a los pobres y a ralentizar el crecimiento”. En su libro “Dead Aid”, Moyo afirmó: “[La ayuda] apuntala a los gobiernos corruptos, proporcionándoles dinero en efectivo de libre uso. Estos gobiernos corruptos interfieren con el estado de derecho… haciendo que la inversión nacional y extranjera en los países pobres sea poco atractiva… lo que conduce a menos oportunidades de empleo y a un aumento de los niveles de pobreza”. Como resultado de la creciente pobreza, los donantes dan más ayuda, continuando la “espiral descendente de la pobreza”.

 

La ayuda internacional no ha favorecido el desarrollo agrícola

 

En lo que respecta a África, donde recientemente se produjeron varios golpes militares, el intervencionismo estatal, promovido por la ayuda exterior, es también una de las causas de que los países del continente se hayan convertido en importadores de alimentos en lugar de exportadores, como solían ser en el pasado. De hecho, la ayuda internacional no ha favorecido el desarrollo agrícola, ya que los países donantes no promovieron un tipo de agricultura orientada al mercado, sino al autoconsumo. De hecho, los países donantes occidentales intentaron hacer sobrevivir el sistema de producción tradicional (es decir, la agricultura de baja tecnología), sin darse cuenta de que este sistema se estaba desmoronando debido al crecimiento demográfico.

Anna Mahjar-Barducci, directora de proyecto del Middle East Media Research Institute (MEMRI), Washington-Jerusalén.

 
La agricultura de subsistencia permite a los agricultores obtener sólo el mínimo necesario para sobrevivir, y esto es un problema para los campesinos africanos, ya que no pueden acumular riqueza para invertir en sus propios negocios. Por lo tanto, los agricultores africanos viven en condiciones precarias: no tienen ahorros, ni suministros de alimentos y no pueden pedir dinero prestado a los bancos. Además, en determinadas zonas, un año con poca lluvia puede provocar un estado de hambruna.

Encima, los gobiernos africanos receptores de ayuda han destruido el “capitalismo campesino”, término acuñado por el economista ghanés George Ayittey. En el continente, aunque la unidad operativa era la tribu y no el individuo, el clan podía dedicarse a cualquier actividad económica que eligiera (comercio, pesca o tejido) sin tener que pedir permiso al jefe tribal. “Si una ocupación o una línea de comercio no era rentable, los nativos africanos cambiaban a otras más rentables y siempre disfrutaban de la libertad económica para hacerlo. En el lenguaje moderno, aquellos que realizan sus actividades económicas por su propia voluntad se llaman empresarios libres”, explicó Ayittey.

La ayuda internacional frustró el espíritu empresarial

Sin embargo, este espíritu empresarial se vio frustrado por la dependencia de la ayuda exterior. Al respecto, el experto nigeriano Ibrahim Anoba comentó: “Las donaciones rara vez alivian el problema. En cambio, expulsan del mercado a las empresas locales mediante una competencia desleal con bienes gratuitos”.

En una nota similar, el grupo de expertos ALOD, con sede en Nigeria, afirmó: “[La ayuda exterior] cataliza el círculo vicioso de corrupción y la estructura económica deficiente, obstaculizando el crecimiento económico. Existe una clara correlación entre el aumento de la ayuda y la corrupción. [La ayuda exterior] aumenta los recursos disponibles para grupos de élite ya corruptos, inclinando así aún más el equilibrio de poder hacia manos del brazo ejecutivo del gobierno”. Esta es la razón por la que los países en desarrollo necesitan acceso a los mercados y a las inversiones directas. No necesitan la “caridad” mal utilizada por los gobiernos centrales. Sin embargo, hasta que la ayuda internacional siga desalentando la libre empresa y limitando el crecimiento económico, la crisis migratoria continuará y se volverá insostenible.

 

Anna Mahjar-Barducci es investigadora y autora.

 

 

Anna Mahjar-Barducci es una investigadora italo-marroquí y vive en Jerusalén. Es directora de proyecto del Middle East Media Research Institute (MEMRI), Washington-Jerusalén, donde anteriormente trabajó como investigadora principal. Mahjar-Barducci es una experta de política exterior, terrorismo, inmigración y ayuda internacional. Ha dado una charla sobre el Frente Ansar Al-Din en el Departamento de Estado de EE. UU y ha sido parte de varios eventos del Middle East Partnership Initiative (MEPI) patrocinados por el Departamento de Estado. También ha contribuido a think tanks como TRENDS (EAU), Fondazione Luigi Einaudi (Italia) y el Instituto Ricci (Macau).

Los escritos de Mahjar-Barducci han aparecido en El Mundo (España), Maroc Diplomatique (Marruecos), Haaretz (Israel), La Règle du Jeu (Francia), entre muchas otras publicaciones. Mahjar-Barducci es autora de varios libros: «Italo-Marocchina, Storie di immigrati marocchini in Europa», Editorial Diabasis, Reggio Emilia, junio de 2009, Prefacio del diplomático italiano Vittorio Dan Segre; «Pakistan Express. Vivere (e cucinare) all’ombra dei Talebani», Editorial Lindau, Turín, junio de 2011, Prefacio del reconocido fotógrafo italiano Oliviero Toscani (traducido al polaco por el Editorial Wydawnictwo Sic!, Varsovia); «La mia scuola è il mondo», Editorial Melagrana, San Felice a Cancello (CE), enero de 2013, Prefacio del Ministro italiano Graziano Delrio; «Identità Italiana», Editorial Melagrana, San Felice a Cancello (CE), julio de 2019, Prefacio del político italiano Gianni Cuperlo. Sus libros fueron presentados en la Feria Internacional del Libro de Rabat (Marruecos) y de Turín (Italia), en el Instituto Cultural Italiano de Tel Aviv y en Universidad Hebrea de Jerusalén.

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