Factfulness: Por qué las cosas están mejor de lo que piensas

Las personas percibimos la realidad que nos rodea de manera equivocada de forma sistemática. Esto en parte es debido a que el grueso de información que recibimos nos suele llegar sesgada: por ejemplo, lo malo siempre es más morboso e interesante que lo bueno.

 

Por otra gran parte es debido a nuestra incapacidad de asomarnos al mundo de manera objetiva y veraz: nuestro cerebro (órgano tan fascinante como todavía desconocido) es una máquina orientada a nuestra supervivencia, lo que no implica ser la mejor de las lentes posible con la que asomarse a la realidad.

La combinación de estos dos elementos hace que, por ejemplo, ante la pregunta de cómo ha evolucionado la tasa de pobreza en el mundo en los últimos veinte años, un grueso de la población, sin importar país o grado académico, contesta que esta se ha duplicado cuando, en realidad, casi se ha reducido a la mitad. Esta tremendamente pobre aproximación a la realidad –un chimpancé lo haría mejor–, incluye otros asuntos como la mejora de la educación, el medio ambiente o la desigualdad.

 

Esta visión que tenemos del mundo que habitamos, sistemáticamente equivocada, ha constituido el objeto de estudio del médico e investigador Hans Rosling a lo largo de toda su carrera académica. Sus ricos y sorprendentes descubrimientos constituyen el contenido del ambicioso e importantísimo libro Factfulness: Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas co-escrito con Ola y Anna Rosling.

 

Como decíamos, una primera hipótesis a esta desinformación sistemática de como esta el mundo podría ser la falta de información; pero lo cierto es que resulta algo endeble si tomamos perspectiva sobre las posibilidades que ofrece el mundo digital. Los descubrimientos de Rosling van más allá.

‘Ante la pregunta de cómo ha evolucionado la tasa de pobreza en el mundo en los últimos veinte años, un grueso de la población contesta que esta se ha duplicado cuando, en realidad, casi se ha reducido a la mitad’

Factfulness, una nueva forma de observar el mundo a través de los datos y no de los prejuicios.
 

El investigador sueco se dio cuenta que, incluso después de sus charlas divulgativas donde facilitaba los datos reales sobre pobreza y otros asuntos, al concluir su intervención los asistentes seguían manteniendo como ciertas sus creencias iniciales. Esto se daba incluso entre audiencias con elevado nivel académico y líderes mundiales. Se hacia cada vez más palmario lo refractarios que podemos llegar a ser ante los datos empíricos que no confirman nuestras opiniones, el famoso sesgo de confirmación, al que se unen otros muchos mecanismos y obstáculos que dificultan la manera en la que aproximamos la realidad.

 

No es un tema nuevo. En los últimos años, se ha escrito mucho sobre el funcionamiento de nuestro cerebro y sus sesgos (pienso en autores imprescindibles como Ariely, Kahneman, Haidt, Peterson o Eagleman), y las implicaciones de estos a la hora de lidiar con la política, la toma de decisiones o los mercados financieros.

 

El cerebro es el órgano que nos permite descifran e interpretar la información que nos llega a través de los sentidos: se trata de unas lentes extremadamente sofisticadas cuya curvatura, moldeada por el tiempo, si bien resulta enormemente efectiva para asegurar nuestra supervivencia como especie, no siempre nos ofrece el mejor enfoque de la realidad. Al contrario, de forma sistemática deforma nuestras percepciones: en algunos casos, estos sesgos nos conducen a sobre-simplificar la realidad, en otros, simplemente a destacar aquellos aspectos en nuestro entorno que confirman nuestros prejuicios, mientas ignoramos por sistema aquellos hechos (“the elephant in the room”) que nos obligan a poner en tela de juicio nuestras creencias.

 

Uno de los sesgos que más puede a llegar a empobrecer nuestra visión de las cosas es nuestra tendencia a compartimentar las cosas en categorías binarias, y por definición contrapuestas. Por ejemplo como cuando dividimos el mundo, algo tremendamente complejo entre “ricos” y “pobres”; algo que además en economía refuerza la miope visión de esta como un juego de suma cero.

Se trata de una distinción claramente insuficiente para tener buen juicio sobre una inmensa variedad de cuestiones económicas que casi nunca son binarias sino que son un continuo. Este sesgo se amplifica con nuestra tendencia natural ha observar la realidad desde un único punto de vista, nuestra propensión (casi patológica) hacia la exageración, a culpabilizar a un tercero, la generalización excesiva, o nuestra tendencia general a sobrevalorar el destino, es decir la idea de que las cosas son y evolucionan por fuerzas inexorables y ajenas a nuestra voluntad.

Factfulness es un libro sorprendente, escrito con gran agudeza e ingenio, y trufado de ejemplos y de gráficos iluminadores que permiten al lector reflexionar sobre una gran multitud de temas: desde el verdadero estado del mundo hasta la evolución de temas de gran actualidad como la desigualdad o el cambio climático. En cada capítulo, no únicamente se describen nuestras limitaciones a la hora de percibir la realidad, sino que los autores también facilitan ideas y consejos para mejorar nuestra relación con la realidad, que de eso va precisamente la filosofía factfulness. Una lectura fundamental sobre las predisposiciones de nuestro cerebro a la hora de aproximar la realidad y que, además, arroja luz en la comprensión de por qué el relato de nacionalistas, populistas y marxistas suele encontrar fácil acomodo.

 

Luis Torras, Junta Rectora IvMB

Publicado originalmente en Luis Torras

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