La inflación, el impuesto que ocultan los gobiernos, explicada por Thomas Sowell

Históricamente gobiernos de todo tipo —monarquías, democracias o dictaduras— han recurrido a la inflación como un método de generación de riqueza sin tener que enfrentar al público de forma directa con un alza en los impuestos.

El aumento de impuestos siempre ha creado problemas políticos para aquellos que ostentan el poder. Muchas carreras políticas han sido destruidas cuando los votantes se vuelcan en contra de aquellos que aumentaron sus impuestos. Algunas veces, la reacción del público ante un alza en los impuestos puede escalar hasta revueltas armadas, como aquellas que llevaron a la guerra de la Independencia de Estados Unidos. Además de las reacciones políticas negativas al alza en los impuestos, también puede haber reacciones económicas adversas.

 

A medida que las tasas impositivas alcanzan niveles más altos, ciertas actividades económicas específicas pueden ser abandonadas por quienes consideran que la tasa de rendimiento de estas actividades, tras impuestos, no es suficiente como para justificar sus esfuerzos. Por esta razón, mucha gente abandonó la agricultura y se mudó a las ciudades durante los últimos años del Imperio romano, sumándose a aquellos que necesitaban la ayuda por el gobierno, justo en el momento en que la producción de alimentos estaba decayendo debido al abandono de la agricultura. Para evitar los peligros políticos que se pueden crear con el alza de impuestos, gobiernos en todo el mundo han recurrido a la inflación durante miles de años.

 

Como John Maynard Keynes observó:

 

“No existen registros de una guerra prolongada o de períodos de gran agitación social que no hayan sido acompañados por un cambio en la moneda de curso legal, pero sí existe una crónica casi ininterrumpida en cada país que tiene historia, desde el nacimiento mismo de los registros económicos, de un progresivo deterioro del valor real de las sucesivas monedas de curso legal que han sido utilizadas como dinero.“

 

Si una gran guerra requiere la mitad de la producción nacional de un país, entonces, en lugar de aumentar la tasa impositiva sobre la renta de toda la población en un 50 por ciento para costearla, el gobierno puede optar por crear su propio dinero y gastarlo en comprar material para la guerra. Cuando la mitad de los recursos de un país se emplean para producir equipamiento y suministros militares, los bienes civiles serán más escasos a medida que el dinero crece. Este cambio en la relación del dinero a los bienes civiles producirá inflación, a medida que se utilice más dinero para comprar una menor cantidad de bienes y los precios aumenten como consecuencia de esto. La inflación no siempre se debe a las guerras, aunque siempre ha acompañado a los conflictos militares.

‘Para evitar los peligros políticos que se pueden crear con el alza de impuestos, gobiernos en todo el mundo han recurrido a la inflación durante miles de años’

Thomas Sowell.
 
Incluso en tiempos de paz, los gobiernos han encontrado muchas maneras de gastar dinero, incluyendo las lujosas vidas de reyes o dictadores y numerosos proyectos extravagantes, comunes tanto bajo gobiernos democráticos como en dictaduras. Para pagar todo esto, siempre se ha considerado más fácil y más seguro políticamente usar el poder del gobierno para crear dinero en lugar de aumentar los impuestos. En otras palabras, la inflación es, en todo sentido, un impuesto oculto. Una parte del poder adquisitivo del dinero que la gente ha ahorrado les es robada, y ésta se transfiere discretamente al gobierno que emite dinero nuevo.

 

La inflación no es solamente un impuesto oculto, también es un impuesto masivo. Un gobierno puede anunciar que no aumentará los impuestos, o que sólo aumentarán para «los ricos» —como sea que éstos sean definidos—, pero al crear inflación el gobierno transfiere parte de la riqueza de todo el que tenga dinero, es decir, absorbe la riqueza de personas ubicadas en un amplio rango de ingresos y riqueza, desde los más ricos hasta los más pobres. En la medida en que los ricos tengan invertida su riqueza en acciones, bienes raíz u otros activos intangibles cuyo valor aumenta junto con la inflación, puede que logren eludir una parte de este impuesto de facto, a diferencia de la gente de ingresos más bajos que seguramente no podrá eludirlo.

 

Sin embargo, mucho antes de que existiese la imprenta, los gobiernos podían crear más dinero a través del simple proceso de reducir la cantidad de oro o plata en las monedas de una denominación determinada. De esta forma, un franco francés o una libra británica podían haber contenido en un principio una cierta cantidad de un metal precioso, pero las mismas monedas emitidas más adelante por el gobierno de Francia o el Reino Unido contenían cada vez menos de esos metales, lo que permitía a estos gobiernos emitir más dinero a partir de una cantidad determinada de oro y plata. Debido a que las nuevas monedas tenían el mismo valor legal que las anteriores, el poder adquisitivo de todas ellas caía a medida que las monedas se hacían más abundantes.

 

Otros métodos más sofisticados para aumentar la cantidad de dinero se han usado en países en los que el gobierno controla el banco central, pero el resultado final sigue siendo el mismo: un aumento en la cantidad de dinero, sin un aumento correspondiente en la cantidad de bienes reales ofertados, resulta en un alza en los precios, es decir, en inflación. De igual manera, cuando la producción aumentó en Gran Bretaña durante la revolución industrial en el siglo XIX, los precios en el país cayeron porque su oferta monetaria no aumentó de manera correspondiente

Economía básica
 
Duplicar la oferta monetaria al mismo tiempo que la cantidad de bienes se mantiene constante puede llegar a elevar el nivel de precios en más del doble a medida que la velocidad en la que el dinero circula aumenta cuando la gente deja de confiar en que éste mantendrá su valor. Durante la drástica devaluación del rublo ruso en 1998, un corresponsal en Moscú informó que: «Muchas personas están apresurándose a gastar sus rublos lo más rápidamente posible mientras la moneda aún tiene algún valor».

 

Algo muy similar sucedió en Rusia durante la primera guerra mundial y los años siguientes a la revolución de 1917. Hacia 1921, la cantidad de moneda emitida por el gobierno ruso era cientos de veces mayor que la moneda en circulación en la víspera de la guerra en 1913, y los precios habían alcanzado niveles miles de veces más altos que en 1913.

Cuando el dinero circula más rápido, el efecto sobre los precios es el mismo que si hubiese más dinero en circulación. Cuando ambas cosas suceden simultáneamente y a gran escala, el resultado es inflación galopante. Durante el último año de la Unión Soviética en 1991, el valor del rublo cayó a tales niveles que los rusos lo utilizaban como papel de empapelar y papel higiénico, dos bienes que eran escasos en ese momento.

Tal vez el período inflacionario más famoso del siglo XX ocurrió en Alemania durante la década de 1920, cuando cuarenta marcos valían un dólar en julio de 1920, pero en noviembre de 1923 se necesitaban 4.000 millones de marcos para cambiar un dólar. La gente se encontró con que los ahorros de toda su vida no eran suficientes para comprar un paquete de cigarrillos. El gobierno alemán, en efecto, les había robado prácticamente todas sus posesiones con el simple proceso de mantener en funcionamiento más de 1.700 imprentas día y noche, imprimiendo dinero. Muchos han echado la culpa a este período de caos económico y amarga desilusión de preparar el camino para la llegada de Adolf Hitler y los nazis.

 

Extracto de Economía básica. Thomas Sowell.

Editorial Deusto.

COMPARTIR EN