Bastiat tenía razón

Bastiat tenia razón: el comercio es la alternativa de la guerra

Frédéric Bastiat era un economista francés que creía apasionadamente en la libre empresa y vivió desde 1801 a 1850. Pero sus escritos nos explican perfectamente porqué el reciente conflicto con China terminó con diplomacia y paz, en lugar de con beligerancia y guerra.

La respuesta se puede concretar en una sola palabra: comercio. Ambos lados saben que salen ganando a través de buenas relaciones comerciales, en lugar de a través del odio de una guerra.

Bastiat mantenía que cuando los bienes no cruzan las fronteras, lo hacen los ejércitos. En ausencia de intercambio comercial, no se pierde tanto con una guerra. A los países que comercian entre sí les conviene mantener relaciones abiertas y amistosas. Por ello, el libre comercio promueve la paz, mientras que el proteccionismo y las sanciones comerciales promueven las tensiones y las guerras.

La historia nos muestra que las guerras han sido buenas para los gobiernos. En tiempos de guerra, el gobierno acapara poderes masivos sobre la sociedad. Las guerras les permiten a los políticos y a los burócratas darle rienda suelta a su pasión por el poder y utilizarlo al máximo a través de impuestos, inflación y regimentaciones. La guerra destruye capitales y la energía empresarial, mientras que refuerza a las instituciones parasitarias del estado. Ninguna sociedad libre lo sigue siendo una vez comenzadas las hostilidades.

Bastiat tenía razón
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Bastiat explica que el libre comercio crea poderosos grupos que cabildean por mantener la paz. Las redes comerciales internacionales crean estructuras intermedias que favorecen las buenas relaciones comerciales y se oponen a la guerra.

De manera parecida respondió el economista liberal Ludwig von Mises a la teoría marxista-leninista de que el capitalismo conduce a la guerra. Lenin veía la guerra como la internacionalización del conflicto entre obreros y capitalistas. Mises, por el contrario, mantenía que el fundamento del capitalismo es el comercio y la cooperación mutua, en beneficio de todos. El capitalismo crea redes comerciales que incluye mercados de capital y la especialización tanto de los inversionistas como de los trabajadores, los cuales se vuelven dependientes unos de los otros.

Los lazos comerciales son la base de la amistad internacional. China exporta 200 mil millones de dólares al resto del mundo e importa 170 mil millones de dólares. Su principal socio comercial es Japón y el segundo Estados Unidos. China exporta 81 mil millones de dólares a Estados Unidos cada año, en maquinaria y equipos eléctricos, ropa, zapatos, juguetes, juegos, hierro, acero, muebles, artículos de cuero e infinidad de otros productos.

La vida de los norteamericanos y de los chinos es tanto mejor gracias a ese intercambio comercial. ¿Tuvieron algo que ver los cabilderos corporativos en prevenir mayores tensiones entre Washington y Pekín? Probablemente que sí y eso es algo que debemos celebrar, en lugar de criticar.

La pregunta importante es si una reducción del intercambio comercial con China mejoraría o empeoraría la situación de los derechos humanos y el trabajo infantil. Los disidentes chinos quieren más contacto con occidente y las mejores oportunidades que el comercio ofrece. Si los embargos y las sanciones fueran el mejor camino, ya Cuba y Corea del Norte serían unos verdaderos paraísos de derechos humanos.

Bastiat tenía un objetivo radical. Además de la protección de la propiedad privada, quería “la abolición de la guerra, o más bien (lo que viene a ser lo mismo), el fomento del espíritu de paz en la opinión pública, que decide la cuestión de la guerra o la paz. La guerra es siempre el mayor de los trastornos que un pueblo puede sufrir en su industria, en la conducción de sus negocios, en la inversión de su capital y hasta en sus gustos”.

 

Llewellyn H. Rockwell, Jr., presidente del Ludwig von Mises Institute en Auburn, Alabama (USA)

Artículo publicado originalmente en LewRockwell.com y mises.org

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