China y la ‘cuadratura del círculo’ en el conflicto de Ucrania
Transcurrido casi un mes desde el inicio de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, existe ya un consenso generalizado sobre que la presente crisis representa el conflicto geopolítico de mayor impacto tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
Por ello, y aunque sin olvidar la tragedia humana a la que asistimos 24/7, es obligado utilizar una lente de “gran angular” para poder entender el alcance de lo que está pasando, así como las consecuencias que va a tener -ya lo estamos viendo- en la configuración de un nuevo orden global para el s. XXI, con la rivalidad estratégica EE.UU.- China como nuevo telón de fondo.
En este contexto, debemos intentar despejar el elemento más desconocido para el público occidental de la actual ecuación: China. Una civilización milenaria e ininterrumpida (caso único en la historia) que no encaja en el concepto de Nación-Estado tal y como entendemos el orden internacional desde Europa, a raíz de la paz de Westfalia (1648). En mi modesta opinión, deberíamos aproximarnos a China de manera prudente y respetuosa, con el único y loable objetivo de procurar entender mejor sus dinámicas internas, y así avanzar por la senda del entendimiento y del intercambio, y no de la confrontación.
Como nueva potencia emergente del S. XXI, China tiene intereses múltiples. Que en el caso del conflicto de Ucrania podríamos resumir en tres, a primera vista irreconciliables:
-
- Mantener su alineamiento estratégico – más que alianza – con Rusia;
- Continuar con los principios tradicionales de la política exterior china de respeto a la integridad territorial y soberanía de los estados;
- Evitar daños colaterales del régimen de sanciones que se está aplicando a Rusia.
Por el momento, China parece estar sacrificando el respeto a los principios tradicionales de su política exterior acuñados en la década de los 50 del siglo pasado (5 Principios de Coexistencia Pacífica de Zhou Enlai), en aras de un creciente acercamiento a Rusia.
Este progresivo alineamiento con Moscú no ocurre de la noche a la mañana y, por tanto, es preciso enmarcarlo desde una perspectiva histórica. Si bien las relaciones chino-rusas han sido de todo menos pacíficas (cisma chino-soviético en la década 50-60, conflicto fronterizo 1969), desde 2008 (Georgia) y sobre todo a partir de 2014 (Crimea), Pekín considera que esta “entente” con el Kremlin sirve mejor a su interés geoestratégico de largo plazo. No olvidemos que el liderazgo chino siempre piensa en términos de décadas (como poco), a diferencia del “modus operandi” de la mayoría de capitales occidentales, sometidas al “cortoplacismo” de los ciclos electorales.
Los cinco principios expresados el pasado 26 de febrero por el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, sobre la crisis de Ucrania representan la posición oficial china sobre el actual conflicto. En su ejecución práctica, asistimos a una especie de “hedge ” por parte de Pekín . Al tiempo que China se abstiene en las diferentes votaciones en el seno de Naciones Unidas, maneja con sumo tacto la observancia de las sanciones impuestas a Rusia, intentando pagar el menor precio posible en ambos casos.
En el tema de las sanciones, China cuenta con un sistema bancario que le permite “navegar” entre dos aguas. Mientras que sus principales bancos comerciales (el “Big Four”: Industrial & Commercial Bank of China – ICBC – ; China Construction Bank –CCB – ; Agricultural Bank of China – ABC – ; Bank of China – BOC -) tienen gran exposición global y por tanto pueden verse afectados por cualquier incumplimiento del régimen de sanciones, sus denominados “Bancos políticos” (China Development Bank y Export-Import Bank of China) disponen de mayor “margen de maniobra” para ofrecer asistencia financiera a Rusia dada su nula presencia comercial en los mercados internacionales.
Por tanto, una primera reflexión derivada de este análisis sería que, a pesar de las apariencias y de lo que la gran mayoría de medios de comunicación occidentales presentan a la opinión pública, China no está “all in”con Rusia a raíz del conflicto de Ucrania. Es preciso pues un análisis más “granular”de la situación para llegar a conclusiones más ajustadas a la realidad.
La guerra de los Balcanes en la década de los 90 representa un momento seminal para la articulación más reciente de las alianzas internacionales de China. El conflicto balcánico supone un evidente “shock” para el liderazgo chino, todavía en un estado muy convulso tras la crisis de Tiananmen en 1989. Así, tras la caída del Muro de Berlín – con ello de todo el bloque soviético -, Pekín entiende que el creciente liderazgo global-unipolar de EE.UU. (el fin de la historia, según la profecía “neo hegeliana” incumplida de F. Fukuyama) exige un nuevo re alineamiento de sus intereses con Moscú.
Pero como ya se ha dicho, este nuevo alineamiento tiene sus límites, sobre todo en el plano económico. El volumen de intercambios comerciales e inversión entre China y las economías occidentales (Europa y EE.UU.) es aproximadamente 3,5 veces superior al que mantiene con Rusia. Queda claro por tanto donde se sitúan de manera prioritaria los intereses económicos de China. No conviene olvidar en este punto que una de las fuentes de legitimación – sino la principal – del ejercicio del poder por parte del Partido Comunista Chino (PCCh) reside en asegurar el crecimiento económico y por tanto la estabilidad social. Con las cosas de comer no se juega, tampoco en China.
¿Cuáles son pues las principales cuestiones de índole económico con las que tiene que lidiar China en la actual crisis de Ucrania? Podemos agruparlas en cuatro:
-
- Desde el punto de vista macro y por el lado de la oferta (commodities básicamente), China buscará alternativas para asegurar sus suministros básicos, pero no sólo en Rusia.
- No obstante, China mantendrá sus compras en el mercado ruso y también asegurará una mínima estabilidad financiera al país vecino a través de un papel creciente en el uso de su divisa (RMB).
- Por lo que se refiere a sus empresas, China continuará privilegiando su acceso a los mercados globales, en detrimento del mercado ruso que como ya se ha dicho representa un porcentaje menor (cualitativa y cuantitativamente) para su economía. Esto es un “no brainer” para Pekín.
- Por último, China estudiará con detenimiento el paquete de sanciones impuesto por Occidente a Rusia desde una doble perspectiva:
-
- defensiva (protegerse de eventuales daños colaterales);
- y desde el punto de vista de su efectividad (para incluir, en su caso, como herramienta adicional coercitiva – de índole no militar – en el caso de Taiwán).
-
Las lecciones que de la actual crisis Rusia-Ucrania pueda extraer China para su contencioso con Taiwán merecen un comentario adicional.
Así, mientras desde EE.UU. (y resto de capitales europeas) suele predominar una visión binaria -blanco/negro – de las cosas, China opera en un registro mental y político muy diferente, con una amplia variedad en la escala de grises. Por lo que tampoco sería correcto afirmar – como insisten algunos medios -en que exista una línea directa entre lo que está ocurriendo en Ucrania y lo que pueda suceder en el Estrecho de Taiwán. China lleva pensando décadas (exactamente desde 1949) en Taiwán, y el conflicto ruso-ucranio no deja de ser un elemento más que incorporar a ese proceso de reflexión-acción.
Si como decimos, el reciente y creciente alineamiento estratégico de Pekín con Moscú resulta meridiano, no es menos importante resaltar al mismo tiempo los elementos de divergencia existentes entre ambos países. Recurrimos de nuevo a una visión granular de la realidad, intentado alejarnos del dogma y la ideología.
Desde un punto de vista interno ambos sistemas políticos son autoritarios, sí. Pero de muy diferente manera y con un alcance y bases radicalmente opuestas. Rusia es una cleptocracia de manual, con desprecio cuasi absoluto (elemento ya secular en su larga historia) al bienestar de su población.
El sistema político ruso es muy difícil de comparar (por no decir imposible) con la estructura de poder que representa el PCCh, con sus casi 90 millones de miembros. Una burocracia altamente organizada y cualificada, comandada por el nuevo emperador Xi (riesgos asociados) pero que en última instancia hace descansar su legitimidad (el “Mandato del Cielo” 天命 tian ming) en el servicio al pueblo, garantizando su progreso y bienestar. En este punto podría resultar de interés consultar – incluso poniendo en “cuarentena” el método de obtención de datos – los resultados del último 2022 Edelman Trust Barometer Global Report, donde se pone de manifiesto el mayoritario apoyo y confianza que la población china otorga a sus actuales dirigentes, en claro contraste no sólo con Rusia sino con la mayoría de países occidentales, EE.UU. incluido.
Y desde un punto de vista externo y de cómo aproximan ambos países las relaciones internacionales, los puntos de divergencia son igualmente notables. Rusia es una potencia revisionista – de principio a fin – del orden global establecido. Representa los que podríamos calificar como una enmienda a la totalidad. Es un actor altamente disruptivo, como su actual invasión de Ucrania nos demuestra día tras día.
Por el contrario, la enmienda de China al orden internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial es altamente estratégica en su formulación y de carácter muy selectivo en su ejecución. Podríamos calificarla como una estrategia de diversificación en su portafolio de “inversiones”, un “hedge” en definitiva. China busca claramente una adecuación de los actuales equilibrios de poder y estructuras internacionales. Y con ello el reconocimiento de su status como nueva potencia global, como mínimo en el área del Indo-Pacífico, donde siempre han residido sus principales intereses geoestratégicos.
Esta estrategia de diversificación china podemos verla en numerosos ejemplos. Uno muy gráfico sería su continuada apuesta por el Asian Development Bank al tiempo que promueve el nacimiento y desarrollo del Asian Infrastructure and Investment Bank. Una vez más, con prevalencia de la escala de grises sobre la óptica binaria del juego suma cero.
Una breve reflexión final
En medio de tiempos ciertamente convulsos como los que nos está tocando vivir, mal haríamos desde la vieja Europa en dejarnos arrastrar ciegamente por agendas que no tienen porque coincidir plenamente con nuestros intereses estratégicos a largo plazo. Los efectos más perniciosos de la actual crisis de Ucrania suponen ya un verdadero cataclismo para la estabilidad y paz en Europa.
Aunque bien alejada de nuestros presupuestos ideológicos, filosóficos y culturales (no podía ser de otra manera), China es ya un actor de primer orden y relevancia máxima en el actual contexto global. Y con incidencia, tanto directa como indirecta, en la resolución del conflicto de Ucrania. Un actor que además, prima la estabilidad – interna y externa – sobre cualquier otra consideración, ya que sólo a través de un mundo estable y en paz podrán alcanzar su objetivo último: el “renacer de China” (中国复兴, Zhongguo fuxing). Por todo ello, considero que es nuestra obligación como ciudadanos libres y responsables contribuir aun mejor conocimiento de un mundo que, aunque nos parezca lejano, cada día está más cerca y nos afecta en mayor medida.
Fernando de Góngora
Socio-director de Reliance Partners y colaborador del Instituto von
Mises Barcelona (IvMB)