El problema de los bancos centrales, por Xavier Sánchez Delgado

Dioses y dinero

Si el lector está familiarizado algo con la mitología griega, es posible que recuerde las diversas vicisitudes entre dioses y hombres. Los antiguos dioses griegos, que habitaban el Olimpo, jugueteaban con los destinos de los hombres según sus preferencias, caprichos y tramas. Zeus, Ares, Poseidón o Atenea descendían de cuando en cuando a la tierra y medraban entre los hombres proporcionándoles fortuna o desdicha. Bien, con algunas diferencias, unos dioses o semidioses modernos, al menos en el plano económico, también se encuentran entre nosotros, ya repartiendo fortuna o desgracia en toda la civilización.

Mientras supuestos expertos y tertulianos se preguntan retóricamente en los platós de las televisiones acerca de la nigromancia de la inflación al tiempo que elucubran y se lamentan acerca de sus efectos y algo menos sobre sus verdaderas causas, gran parte de la humanidad mira inquieta hacia el este de Europa y el Oriente Medio, esperando el devenir de graves conflictos armados. A su vez, aquellos que tienen los resortes mágicos sobre el control del dinero actúan en función de los criterios que consideran adecuados para actuar sobre dicha inflación. En esta misma atmósfera, grandes colectivos organizados, partidos políticos, así como ciudadanos corrientes, claman y se desesperan contra los empresarios y la codicia de estos, por el desbocado aumento de precios que se extiende a cualquier tipo de productos y servicios como una mancha de aceite.

Sin embargo, ¿qué ocurre mientras tanto con los supuestos máximos exponentes de este capitalismo culpable?, ¿en qué están pensando exactamente los profesionales del sistema financiero, analistas, banqueros, economistas, asesores, gestores de fondos (o peor aún, de hedge funds), brokers, especuladores, gestores de family office, inversores retail…? Pues bien, este colectivo única y exclusivamente se hace una pregunta:

‘Las economías mundiales están total y absolutamente determinadas por las acciones de los bancos centrales’

 
¿Cuál será el próximo tipo de interés que fijará la FED?

 

Todos los colectivos que indefectiblemente abominan del capitalismo y al cual achacan todos los males habidos y por haber ignoran, ya deliberadamente o no, una incómoda y turbadora realidad, que no es otra que, desde hace ya mucho tiempo, que las economías mundiales están total y absolutamente determinadas por las acciones de los bancos centrales. Los resultados de las compañías, sus esfuerzos comerciales, acuerdos, alianzas, problemas logísticos o de aprovisionamiento, problemas medioambientales y cualquier consideración que al lector se le ocurra, tiene una relativa importancia cuando a estos parámetros comparamos la acción del sistema de la reserva federal de los EUA y la fijación del tipo de interés a la que prestan dinero a los bancos y, por ende, al mismo sistema financiero.

Los responsables de todos estos bancos centrales, la FED, el Banco de Japón, el Banco de Inglaterra o el BCE son de una forma u otros responsables públicos. Repito, responsables públicos. En el caso del Banco de Inglaterra, se considera nominalmente un funcionario que es nombrado dentro del mismo banco. A su vez, el presidente del BCE es nombrado por el Consejo Europeo, que es una de las máximas instituciones de la UE y que está integrada por los jefes de Estado de los miembros de la UE. Son ellos los que eligen al presidente del BCE (el cómo se dirima dicha elección es cuestión aparte). En el caso de la FED —el sistema de la Reserva Federal, que agrupa los bancos centrales de los EUA—, al presidente lo nombra el mismo presidente del gobierno de los Estados Unidos. Esta elección se realiza de entre todos los gobernadores de la junta del sistema de estos bancos que conforman la reserva federal. En el caso del Japón, el nombramiento del gobernador del Banco de Japón es determinado por la cámara alta del Parlamento nipón. En suma, todos los máximos responsables de los bancos centrales de las principales economías del mundo son cargos públicos nombrados, de una forma u otra, por políticos. Por tanto, en primer lugar, hay pocas dudas acerca del cordón umbilical que, de una forma u otra, conecta estrechamente los gobiernos con los máximos responsables de los bancos centrales. Incluso sin poner dudas acerca de la solidez de dichas instituciones, su pretensión de independencia o de la capacidad de las personas que forman parte de ellas, difícilmente podemos imaginar que este vínculo no tenga consecuencias, e indudablemente las tiene…

El lector se podrá preguntar acerca de por qué el tipo de interés que fijan los distintos bancos centrales es tan extraordinariamente importante para todo el sector financiero. La respuesta, algo simplificada, es sencilla: los bancos centrales tienen una enorme, descomunal, capacidad para influir sobre los distintos precios del dinero. En esencia, el precio que fijan los bancos centrales se filtra por las rendijas de todo el sistema financiero mundial. Si a usted mañana le nombrasen presidente de la FED y se levantase con el ánimo intrépido, podría intentar forzar que el precio del tipo que fija esta institución aumentase en 200 puntos básicos de golpe —un 2 %—. Con toda seguridad, la propia organización de la reserva federal de los EUA impediría dicha acción, sin contar que el presidente del gobierno de dicho país le llamaría iracundo para impedir con todas sus fuerzas dicha medida, pero si por cualquier razón usted pudiera imponer dicha subida, aparte de provocar un tremendo cataclismo en las bolsas mundiales y en el precio de los bonos de deuda soberana de los países, produciría inevitablemente una recesión profundísima en la economía mundial, con efectos sociales terribles. Y si usted sufriera fatalmente de algún tipo de trastorno bipolar y cada determinado período subiera o bajara arbitrariamente, en función de su estado de ánimo, los tipos a los que presta el banco central, se asombraría de ver como la economía mundial cae en la euforia o en la depresión de la misma manera que lo haría usted. Como un dios griego jugueteando con humanos. Este es el tremendo e inconmensurable poder que tienen los bancos centrales, especialmente, claro está, el sistema de la reserva federal de los Estados Unidos de América. Si eso llegase a suceder y usted emprendiera este tipo de acciones, ¿qué responsabilidad sobre estas fases de crisis o sobreabundancia se podría atribuir exactamente a los mercados, bancos, empresas o individuos? El mecanismo del tipo de interés que fijan los bancos centrales es una especie de resorte nuclear que estas estructuras supraestatales tienen a su disposición para usarlo como consideren conveniente, en función del mandato que tengan, al menos, en teoría, sobre el papel.

Generalmente, para el común de los ciudadanos el incremento de los tipos que fija el Banco Central Europeo equivale al incremento casi automático de los recibos mensuales de su hipoteca, nuestro Euribor; sin embargo, en realidad, los efectos de dichas subidas van mucho más allá, aunque sus efectos sean más difusos y menos evidentes para nosotros.

Xavier Sanchez Delgado, autor del libro. 
 
En términos generales, si bajan dichos tipos, las bolsas suben al mejorar las expectativas de resultados de las empresas que cotizan en estas por la mejora de los costes de endeudamiento, el coste de la deuda de los países baja y el dinero fluye por doquier produciendo un efecto doping, como bien se ha indicado respecto a lo sucedido durante la crisis inmobiliaria en nuestro país. Si, por el contrario, se incrementa el tipo de interés, la economía necesariamente se contrae y los excesivos riesgos en forma de deuda asumidos anteriormente por los actores del sistema del mercado pagan una onerosa factura.

Durante prácticamente los últimos quince años, los tipos de interés se han mantenido en niveles nunca vistos. Estas políticas monetarias coordinadas por los bancos centrales se han denominado genéricamente «no convencionales» y han conducido a una situación donde muchas empresas con significativos problemas financieros han podido sobrevivir con respiración asistida merced a dicho maná de dinero barato. Es más que posible que muchas de estas organizaciones no hubieran podido continuar sus operaciones sin dicha política de dinero gratis. Esta cuestión es relevante, ya que también conduce a que muchas empresas puedan languidecer sine die, lo cual, aunque nos pueda parecer paradójico, no es del todo positivo. En términos generales podemos convenir que el hecho de que una empresa quiebre no es bueno, pero es parte inevitable del proceso empresarial, de la sustitución de lo viejo por lo nuevo y, en términos generales y en condiciones adecuadas, allí donde una empresa cae, otra se levanta.

Hoy, con la progresiva normalización de los tipos de interés, estas empresas (y otras quizá no tan merecedoras de tan mala suerte) se ven abocadas al cierre. La recesión asoma. El hecho de que se haya normalizado de forma excepcional y durante tanto tiempo una situación de tipos reales negativos (merced a la inflación, la tasa de interés real es negativa) ha producido una situación de relativa cotidianidad que en el fondo debería ser absolutamente anómala. Sin embargo, los humanos somos seres de costumbres y ahora, con un mínimo repuntar de los tipos de interés, el mundo parece ponerse patas arriba.

 

EXTRACTO DEL LIBRO

‘REFLEXIONES SOBRE CRISIS, ECONOMÍA Y ESTADO’

XAVIER SÁNCHEZ DELGADO

Licenciado en Psicología, MBA (ESADE) y socio del IvMB

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