La izquierda reaccionaria, por Lorenzo Bernaldo de Quirós
La coalición gubernamental y sus diversos compañeros de viaje usan de manera indistinta los términos izquierda y progresismo para definir su proyecto político, económico, social y cultural. Enfrente están las fuerzas de la reacción que con diversas intensidad se oponen a viento de la historia que conduce de manera inexorable a una sociedad más libre, más igualitaria y más próspera.
La izquierda española, vacía de contenido tras el agotamiento de la socialdemocracia, se ha articulado alrededor de una coalición de las diversas religiones seculares, desarrolladas en las últimas dos décadas, cuyo punto de unión es el antiindividualismo y la condena del capitalismo. Si antes concebía el proceso histórico como el de la lucha de clases ahora añade a ese enfoque clásico el del hombre contra mujeres, el de los diversos géneros contra la opresión homófoba etc. etc. La conclusión de ese planteamiento es clara: España ha de saldar los crímenes históricos cometidos contra aquellos, no a través de la igualdad ante la ley de todos los individuos, sino mediante concesión de discriminación positivas a los diferentes grupos elegidos por el poder.
Ese planteamiento supone el abandono de cualquier programa que tenga en cuenta el interés general, implica la adopción de una estrategia de división social selectiva y conduce a la criminalización fáctica de los hipotéticos opresores, esto es, el resto de los españoles. De este modo, el mundo de la izquierda patria ha degenerado en un universo constituido por grupos que comparten identidades cuya única finalidad es defenderlas y, en el caso de sus líderes, lucrarse en nombre de la causa ya sea de poder o de dinero.
Y quien perteneciendo a una de las “minorías oprimidas” se niegue a integrarse en o sentirse representado por el colectivo militante u ose reclamar su individualidad es un hereje, o peor, un traidor. Ha de ser castigado o marginado. Inmersa en esa tela de araña identitaria, alimentada por la corrección política, donde el simple hecho de no adherirse a los mandamientos impuestos por sus mandarines es juzgado inmoral, la izquierda se alinea con la otra cara de Jano, el comunitarismo identitario de derechas al que dicen combatir.
‘La izquierda se alinea con la otra cara de Jano, el comunitarismo identitario de derechas al que dicen combatir’
Han apostado por el compromiso con el tribalismo sobre el universalismo, por la sumisión de individuo al colectivo y, en última instancia, algo Gobierno. En el plano económico, la izquierda se ha dado cuenta de que es mucho mejor para su modelo de Estado mantener la economía de mercado capitalista, eso sí, sometida a crecientes regulaciones y confinada, controlada y sujeta a los dictados del Gobierno.
El objetivo es la búsqueda de un sistema en el que los empresarios y los mercados trabajen para conseguir los fines deseados por el poder al servicio de una aparato estatal parasitario y cada vez más grande. Como señaló Ayn Rand, este sistema guarda enormes similitudes con el nazi o el fascista. Se mantiene la propiedad privada en sentido nominal, pero se la vacía de contenido en la práctica para ponerla al servicio de las designios del poder. Basta contemplar la acción de este gobierno para confirmar la exactitud de este aserto.
Cambia el tipo de personas encasilladas, pero no la naturaleza del sistema, en el que se encuadra a cada individuo en un status destinado a acompañarle de por vida como miembro de un colectivo que de factor queda asignado a perpetuidad. Este es el tipo de sociedad que hubiese hecho las delicias de un mes de Maistre, de un de Bonald o de un Comte del siglo XXI: todos grandes apóstoles de la reacción.
Ser progresistas es crear los condiciones para incrementar las esfera de libertad y de los individuos y que estos puedan vivir conforme a sus valores y sean capaces de perseguir sus fines. Ello implica un Estado que reconozca y proteja los derechos individuales y la libertad económica, donde la ley sea igual para todos sin distinción de sexo, raza, orientación sexual, etnia, origen o condición, donde gobernantes y gobernados estén sometidos al imperio de la ley y donde exista una red básica de seguridad para todos aquellos que no puedan adquirirla por sus propios medios; una sociedad basada en el contrato no en el estatus como escribió Spencer.
Los países que más se han acercado a ese ideal son los progresistas porque son los que han permitido tener los mayores niveles de libertad y prosperidad registrados por la Humanidad. Por eso, los liberales han sido y son los verdaderos progresistas y han de estar orgullosos de serlo frente a los modernos de la reacción.
Lorenzo Bernaldo de Quirós, vicepresidente
del Instituto Von Mises Barcelona
Publicado originalmente en Actualidad Económica-El Mundo