El fantasma del fascismo

En la España del siglo XXI, casi medio siglo después de la restauración de la democracia, con una población alfabetizada y con el nivel de renta de una economía desarrollada, se visualiza una campaña electoral al estilo de las desplegadas en los años 30 de la pasada centuria. La izquierda patria califica de fascista a todo lo situado a su derecha.

Esta actitud no es sólo irresponsable en un país con una historia de cruentas guerras civiles, sino además supone una manipulación-desfiguración de la realidad y de lo que es el fascismo y sus idearios homólogos, cuyas similitudes como mostró Hayek en Camino de Servidumbre son bastante mayores con la doctrina y la praxis de quienes no piensan como ellos.

 

El uso del término fascista por la izquierda actual ha sustituido al de hereje con una finalidad idéntica a la perseguida en tiempos pretéritos por quienes empleaban ese vocablo: excomulgar a sus adversarios, considerados en este caso, una amenaza existencial para la democracia y para la libertad. George Orwell ya notó este tendencia de algunos partidos socialistas y, en especial, de los comunistas en su famoso ensayo de 19465, Politics ans The English Language: “La palabra fascista ahora no tiene significado excepto en la medida en que significa algo indeseable”. Y, obviamente, quien representa todo lo indeseable es quienes no comulgan con dogmas de la izquierda. Por ello son, cuanto menos, fascistas emboscados.

 

PROPAGANDA

 

Ese planteamiento no es nuevo. Fue acuñado por Stalin en la década de los 30 para etiquetar a todas las ideas y movimientos no alineados con Moscú como fascistas, incluidos los socialistas y los progresistas opuestos a los designios del Kremlin. Resulta sorprendente cuantos tontos útiles y listos interesados compraron esa propaganda hace casi un siglo, aún más, que haya personas que lo hagan ahora y es lamentable que el PSOE esté cayendo en ese error, repitiendo o aceptando una retórica frentepopulista cuyas desgraciadas consecuencias están en la mente de cualquier español con un conocimiento elemental de historia.

 

Tampoco estas descalificaciones son monopolio de este Gobierno. El PSOE de la idealizada Era González acusó de fascista a la Unión de Centro Democrático de Suárez, a la Alianza Popular de Fraga y al Partido Popular de Aznar. El Sr. Rodríguez Zapatero hizo lo mismo y el Sr. Sánchez extendió, con generosidad y amplitud de miras, ese calificativo no sólo a Vox y al PP, sino también a Ciudadanos. Del resto de las agrupaciones de izquierdas y de sus corifeos no es necesario decir nada. Basta recurrir a la hemeroteca. El fantasma del fascismo es un personaje en busca de autor dentro de la escena pública y para desgracia de quienes lo han exhumado, nadie lo representa ni, obviamente, lo quiere representar.

‘El fascismo es una religión de Estado. Asume la unidad orgánica del cuerpo político y anhela un líder y un partido que encarnen en una unión mística la voluntad intrínseca del pueblo. Es totalitaria en el sentido de que ve todo como político y sostiene que cualquier acción del estado está justificada para lograr el bien común definido desde el poder’

 
TENTACIÓN TOTALITARIA

 

El fascismo fue un movimiento totalitario, concepto acuñado por Mussolini para describir una sociedad donde todo estaba dentro del Estado y nada fuera de él. Si hay algún partido o partidos españoles cercano a esa visión en España son los ubicados en la izquierda. Obviamente, no visten camisas negras ni utilizan la porra, pero tiene una evidente tentación totalitaria u holística si se prefiere: no ven ningún ámbito de la vida humana que esté más allá de la política, desde lo que se come hasta lo que se fuma o lo que se dice. El sexo es político. La comida es política. La moral es política. Todo tiene relevancia política para la izquierda y, por tanto, hay que controlarlo. Eso lleva de manera inevitable, da igual que se tengan buenas intenciones, a disolver la autonomía-libertad del individuo en la colectividad.

 

Como escribió Tocqueville en La Democracia en América, “No hay que olvidar que es especialmente peligroso esclavizar a los hombres en los detalles menores de la vida. Por mi parte, me inclino a pensar que la libertad es menos necesaria en las cosas grandes que en las pequeñas”.

 

En esta hora de España, esa advertencia del gran pensador liberal francés tiene plena vigencia y sintetiza muy bien la actuación de este Gobierno: todos debemos perder o ver reducidas nuestras libertades en las cosas pequeñas por nuestro propio bien, decretado por el Gobierno, y para que los grupos elegidos por él puedan disfrutar de sus libertades y privilegios al máximo.

Lorenzo Bernaldo de Quirós
Lorenzo Bernaldo de Quirós, vicepresidente del Instituto Von Mises Barcelona.
 
Sin duda, el fascismo difiera de la actual izquierda patria en muchas cosas: la apelación a la violencia, la policía política, la eliminación física del rival o la ilegalización de la oposición, por ejemplo. Sin embargo, une a ambos la creencia en la supremacía de lo colectivo sobre lo individual y la necesidad de que el Estado control la economía y la sociedad para lograr el sueño utópico de un orden social perfecto. En el totalitarismo clásico, la dialéctica amigo-enemigo implica la destrucción física de éste; en el contemporáneo, la conversión en un paria del adversario y su marginación si no acepta los dogmas impuestos por el Gobierno.

El fascismo es una religión de Estado. Asume la unidad orgánica del cuerpo político y anhela un líder y un partido que encarnen en una unión mística la voluntad intrínseca del pueblo. Es totalitaria en el sentido de que ve todo como político y sostiene que cualquier acción del estado está justificada para lograr el bien común definido desde el poder.

De la cuna a la tumba se responsabiliza de todos los aspectos de la vida de las personas y busca imponer la uniformidad de pensamiento y de acción a través de la fuerza y de la presión social. Todo, incluidas la economía y la moral, debe estar alineado con sus objetivos. Cualquier identidad rival es parte del “problema” y por lo tanto ha de ser definida y considerada el enemigo. Ninguna de las fuerzas ubicadas a la derecha de la actual coalición gubernamental con representación parlamentaria encaja en este marco y sí lo hacen, algunos de los partidos que respaldan a aquella. Como diría Lord Acton, “a veces es desagradable conocer la analogía entre las ideas”.

 

Lorenzo Bernaldo de Quirós, vicepresidente del Instituto Von Mises Barcelona. 

Autor de «Por un pluralismo liberal» y «Por una derecha liberal«

 

Publicado originalmente en Actualidad Económica.

COMPARTIR EN