LUDWIG VON MISES

 

ideas · libertad · responsabilidad · dignidad · cooperación · democracia · paz

Hemos tomado la referencia del gran economista austriaco del siglo XX, Ludwig von Mises (1881-1973), para dar nombre al Instituto.

En 1922, L. von Mises publicó una de sus obras más trascendentales, El Socialismo, que influyó de forma definitiva en una serie de pensadores e intelectuales del siglo s. XX, como Hayek, Popper, Roepke, Rueff y tantos otros que fueron decisivos en la actualización del pensamiento liberal más genuino, recogiendo la herencia de pensadores clásicos como Locke, Hume, Smith, Montesquieu, Tocqueville, Burke y Acton.

La aportación más interesante de L. von Mises fue descartar la concepción matemática y previsible de la Economía (planificada), para abrazar una concepción humana de la misma, partiendo de la trascendencia de La acción humana. L. von Mises recurre a principios generales y axiomas apriorísticos para entender el funcionamiento de la sociedad en general, su carácter inminentemente imprevisible, al ser intrínsecamente humano y subjetivo. Por ello, defiende la libertad y responsabilidad de las actuaciones de cada uno, en contra de los totalitarismos, de las planificaciones y del Estado omnipotente.

Junto con Hayek, mantuvo abierto hasta su muerte un debate acerca de la inviabilidad de un sistema económico y social basado en la coerción, la planificación centralizada y la propiedad estatal de los medios de producción. Fue, sin duda, el gran paladín de un ideario basado en la libertad, en el que la economía, centrada en torno al estudio de la acción humana, constituyó la herramienta teórica fundamental.

La figura de L. von Mises no sólo es de una gran talla intelectual, sino que representa mejor que nadie el compromiso tenaz, en condiciones personales muy difíciles, con un ideario de libertad, progreso y paz.

Biografía de Ludwig von Mises (1881-1973)

Por Murray N. Rothbard

“La ciencia económica se ocupa de los problemas fundamentales de la sociedad; nos concierne a cada uno y nos pertenece a todos. Es el tema de estudio principal y propio de cada ciudadano”.

Ludwig von Mises, uno de los más destacados economistas y filósofos del siglo veinte, desarrolló, en el curso de su larga y productiva vida, una ciencia económica integrada y deductiva, basada en el axioma fundamental de que el ser humano actúa intencionalmente para alcanzar los fines que desea. Aunque este análisis económico fue en sí mismo “libre de valores” –en el sentido de que no tenía nada que ver con los valores sostenidos por los economistas- Mises concluyó que la única política económica viable para la humanidad era una política de laissez-faire sin restricciones, con un gobierno que se limite estrictamente a la defensa de la persona y de la propiedad en su ámbito territorial.

Mises demostró que (a) la expansión de los mercados libres, la división del trabajo y la inversión en capital privado son las únicas vías posibles para la prosperidad y el florecimiento de la humanidad; (b) el socialismo es desastroso para una economía moderna, porque la ausencia de propiedad privada de la tierra y de los bienes de capital impide la determinación de precios racionales y la estimación de costes; y (c) la intervención del gobierno, además de obstaculizar y paralizar el mercado, es contraproducente y cumulativa, y lleva inevitablemente al socialismo, a menos que se desmonte a tiempo todo el entramado de intervenciones.

La firmeza con que sostuvo estos puntos de vista y su compromiso con la verdad, en una época cada vez más entregada al estatismo y al colectivismo, dieron a Mises justa fama por su intransigencia en insistir en un patrón oro no inflacionista y en el laissez-faire.

Pese a que le impidieron el acceso a una plaza remunerada en cualquier universidad, primero en Austria y más tarde en Estados Unidos, Mises siguió impartiendo sus clases con coraje. Como consejero económico del gobierno austríaco en la década de 1920, Mises fue capaz de reducir la inflación sin ayuda de otros expertos; y desarrolló su propio “seminario privado”, que atraía a destacados jóvenes economistas, científicos sociales y filósofos de toda Europa. Como fundador de la “nueva escuela austríaca” de economía, su teoría económica del ciclo, que culpaba de la inflación y de las depresiones al crédito bancario inflacionista fomentado por los bancos centrales, fue adoptada por la mayoría de los jóvenes economistas de Inglaterra en la década de los 30, como la mejor explicación de la Gran Depresión.

Huyendo de los nazis, Mises escribió en Estados Unidos sus obras más importantes. A lo largo de dos décadas de enseñanza, inspiró la emergente escuela austríaca en Estados Unidos. En 1973, un año después de su fallecimiento, su más distinguido seguidor, F.A. Hayek, recibió el Premio Nobel de Economía por sus trabajos de finales de los años 20 principios de los 30, basados en la teoría de los ciclos económicos de Mises.

Mises nació el 29 de septiembre de 1881, en la ciudad de Lemberg (actualmente Lvov), en Galicia, donde estaba instalado su padre, un ingeniero de construcción nacido en Viena, que trabajaba para los ferrocarriles austríacos. Tanto el padre como la madre de Mises provenían de prominentes familias vienesas; su tío materno, el Dr Joachim Landau, fue diputado del partido Liberal en el Parlamento austríaco.

El joven Mises empezó a estudiar en la Universidad de Viena a principios del siglo veinte, siendo entonces un izquierdista intervencionista, pero cuando descubrió los Principios de Economía de Carl Menger[1], la obra fundadora de la escuela austríaca, se convirtió rápidamente a ese punto de vista sobre la acción individual y a la economía de mercado, apartándose de las ecuaciones mecánicas irreales como punto de partida del análisis económico.

En la Universidad de Viena, Mises se convirtió en un prominente estudiante post-doctoral del seminario del gran economista Eugen von Bohm-Bawerk, uno de cuyos muchos logros fue la devastadora refutación de la teoría marxista del valor).

Durante este período, en su primera gran obra, La teoría del dinero y del crédito (1912), Mises consiguió lo que parecía una tarea imposible: integrar la teoría del dinero en la teoría general marginal de la utilidad y del precio, lo que ahora llamamos la integración de la macroeconomía y la microeconomía. Tanto Böhm-Bawerk como sus otros colegas austríacos no aceptaron la integración de Mises y continuaron sin la teoría monetaria, por lo que se vio obligado a separarse y fundar una escuela neo-austríaca.

En su teoría monetaria, Mises recuperó el principio de la Currency School británica, prominente hasta los años 1850 y olvidado desde entonces, que sostenía que el incremento de la oferta monetaria no beneficia a la sociedad, y que el aumento del crédito bancario y de la cantidad de dinero son la causa de la inflación y de los ciclos económicos; y que, por tanto, la política del gobierno debería ajustarse a un patrón oro del 100 por ciento.

Mises añadió al esta idea los elementos de su teoría del ciclo económico: que la expansión crediticia llevada a cabo por los bancos, además de causar inflación, conduce a inevitables depresiones al provocar “inversiones incorrectas”, induciendo, por ejemplo, a los emprendedores a sobreinvertir en bienes de capital de “orden superior” (máquinas, edificios, etc.) y a subinvertir en bienes de consumo.

El problema radica en que, cuando el crédito inflacionista llega a las empresas, se confunde con el pseudo-ahorro y hace creer a los emprendedores que hay más ahorro disponible para invertir en la producción de bienes de capital del que los consumidores están realmente dispuestos a efectuar. De este modo, el boom inflacionario acaba haciendo necesaria una recesión, mediante la cual el mercado liquida las inversiones insostenibles y reestablece la estructura de inversiones y de producción que satisface mejor las preferencias y la demanda de los consumidores.

El problema radica en que, cuando el crédito inflacionista llega a las empresas, se confunde con el pseudo-ahorro y hace creer a los emprendedores que hay más ahorro disponible para invertir en la producción de bienes de capital del que los consumidores están realmente dispuestos a efectuar. De este modo, el boom inflacionario acaba haciendo necesaria una recesión, mediante la cual el mercado liquida las inversiones insostenibles y reestablece la estructura de inversiones y de producción que satisface mejor las preferencias y la demanda de los consumidores.

Mises y su discípulo Hayek desarrollaron esta teoría del ciclo durante los años 20. Mises trataba de advertir a una sociedad que no quería prestarle atención, de que la tan alabada “nueva era” de prosperidad “permanente” de los años 1920 era una farsa, cuyo resultado inevitable fue el pánico bancario y la depresión. Hayek fue invitado a enseñar en la London School of Economics, en 1931, por Lionel Robbins, que había sido estudiante en el seminario privado de Mises, y tuvo entonces ocasión de convertir a muchos jóvenes economistas ingleses a esta perspectiva. En su choque con John Maynard Keynes y sus discípulos de Cambridge, Hayek demolió el Tratado sobre el dinero de Keynes, pero perdió la batalla (y también a muchos de sus seguidores) cuando la marea de la revolución keynesiana barrió el mundo económico después de la publicación de la Teoría General de Keynes, en 1936.

Las recomendaciones de política de Mises y Hayek para hacer frente a los ciclos económicos son diametralmente opuestas a las de Keynes. Durante un período de auge, Mises aconsejaba eliminar la expansión del crédito bancario y de la cantidad de dinero, y recomendaba un estricto laissez-faire durante la recesión, para permitir el reajuste de fuerzas y salir de la recesión lo más rápidamente posible.

Más aún: para Mises, la peor forma de intervencionismo era mantener los precios o los salarios mediante un aumento de la cantidad de dinero, lo que acabaría causando desempleo, o impulsar el gasto público a fin de estimular el consumo. Para Mises, la recesión era un problema de sub-ahorro y de sobre-consumo y, por tanto, era importante apoyar el ahorro y la frugalidad en vez del consumo, y reducir el gasto público en vez de incrementarlo. Está claro que, desde 1936, Mises estaba totalmente en contra de la moda de las políticas macroeconómicas en todo el mundo.

El socialismo y el comunismo habían triunfado en Rusia y en muchos rincones de Europa durante y después de la primera guerrra mundial, y Mises se sintió motivado a publicar su famoso artículo “El cálculo económico en una sociedad socialista” (1920), en el que demostraba una agencia planificadora socialista no podía planificar un sistema económico moderno, y por tanto, que unos “mercados” artificiales no podían funcionar, puesto que un sistema real de precios y costes requiere un intercambio de títulos de propiedad y, por lo tanto, la propiedad privada de los medios de producción.

Mises desarrolló ese artículo en su libro, Socialismo (1922), la más exhaustiva y demoledora crítica filosófica sociológica y económica que jamás se había escrito. Socialismo de Mises rescató de esa manera de pensar a numerosos destacados economistas y filósofos, incluidos Hayek, el alemán Wilhelm Röpke y el inglés Lionel Robbins.

En Estados-Unidos, la publicación de la traducción inglesa de Socialismo en 1936 atrajo la admiración del eminente periodista económico Henry Hazlitt, que lo reseñó en el New York Times, y convirtió a uno de los más destacados seguidores del comunismo de aquellos tiempos, J.B. Matthews, a la posición misiana, oponiéndose a todas las formas de socialismo.

Los socialistas de Europa y Estados-Unidos, que estaban preocupados desde hacía unos quince años por el problema del cálculo económico bajo el socialismo, dieron por fin el problema por solventado con la publicación del modelo del “socialismo de mercado” del economista polaco Oskar Lange, en 1936. Lange volvió a Polonia, después de la segunda guerra mundial, para ayudar a desarrollar el plan comunista polaco. Pero el colapso de la planificación socialista en 1989, tanto en Polonia como en otros países comunistas, dejó avergonzados a los economistas del establishment de un lado u otro del espectro ideológico, muchos de los cuales habían aceptado la “solución” de Lange.

Algunos socialistas prominentes, como Robert Heilbroner, admitieron públicamente que “Mises tenía razón” y la había tenido siempre (la frase “Mises was right” fue el título de un panel en la reunión anual de la Southern Economic Association en Nueva Orleans, en 1990).

Si el socialismo era una catástrofe económica, la intervención del gobierno no podía funcionar y tendería inevitablemente hacia el socialismo. Mises elaboró estas ideas en su crítica sobre el Intervencionismo (1929) y dejó clara su filosofía política de laissez-faire en su obra Liberalismo (1927).

Además de enfrentarse con todas las tendencias políticas del siglo veinte, Mises combatió, con el mismo fervor e idéntica elocuencia, lo que consideraba la desastrosa tendencia filosófica y metodológica dominante en economía y en otras disciplinas, que incluía el positivismo, el relativismo, el historicismo y el polilogismo (la idea de que cada raza y género tenían su propia “lógica” y, por tanto, no podían comunicar con otros grupos), y todas las formas de irracionalismo y de negación de la verdad objetiva. Mises también desarrolló lo que consideraba era la metodología apropiada para la teoría económica: la deducción lógica a partir de axiomas evidentes, que llamó “praexología”, y que provocó críticas muy duras de los que seguían la creciente tendencia a sustituir la praexología y la comprensión histórica por modelos matemáticos irreales y manipulaciones de estadísticas.

Tras emigrar a Estados Unidos en 1940, los dos primeros libros en inglés de Mises tuvieron importancia e influencia. Su Gobierno omnipotente (1944) fue el primer libro que desafió la visión marxista, entonces generalmente admitida, de que el fascismo y el nazismo fueron imposiciones de las grandes empresas y de la “clase capitalista”. Su Burocracia (1944) fue un análisis, todavía no superado, de por qué las actuaciones de los gobiernos deben ser necesariamente “burocráticas” y sufrir todas los males de la burocracia.

El mayor logro de Mises fue La acción humana (1949), el primero tratado comprensivo de teoría económica desde la primera guerra mundial. Aquí Mises aceptó el desafío de su propia metodología y de su programa de investigación, y elaboró una estructura integrada y completa de la teoría económica a partir de sus propios principios deductivos y “praexológicos”. Publicado en una época en que los economistas y los gobiernos en general estaban totalmente volcados en el estatismo y en la inflación keynesiana, La acción humana no fue leída por los economistas profesionales. Finalmente, en 1957 Mises publicó su última obra mayor, Teoría e historia, que, además de las refutaciones del marxismo y del historicismo, asentó las diferencias básicas y las funciones de la teoría y de la historia, tanto en economía como en todas las variadas disciplinas de la acción humana.

En Estados Unidos, lo mismo que en su nativa Austria, Mises no pudo encontrar un puesto remunerado en la academia. La Universidad de Nueva York, en la que impartió clases desde 1945 hasta su jubilación en 1969, a la edad de 88 años, tan solo le nombró Profesor Visitante; quien le pagó su salario hasta 1962 fue el William Volker Fund, una institución conservadora-libertaria, y después, un consorcio de empresarios y de fundaciones defensoras del libre mercado. A pesar de este ambiente desfavorable, Mises inspiró a un creciente grupo de estudiantes y admiradores, les animó con optimismo en su tarea y él mismo siguió trabajando con notable productividad.

Mises fue también apoyado por admiradores del libre mercado y pensadores libertarios, con los que trabajaba. Colaboró a tiempo parcial en la Foundation for Economics Education de Irvington-on-Hudson, en Nueva York, desde los orígenes de esta institución en 1946 hasta su muerte; y en los años 1950, fue consejero económico a la National Association of Manufacturers (NAM), trabajando con su rama liberal hasta que esta se perdio en la oleada del estatismo “iluminado”.

Como defensor del libre comercio y como liberal clásico, en la tradición de Cobden, Bright y Spencer, Mises era un libertario que defendió la libertad individual en asuntos personales y en materias económicas. Como racionalista opuesto al estatismo en todas sus variantes, Mises jamás dijo de sí mismo que era un “conservador”, sino más bien un liberal en el sentido del siglo diecinueve.

De hecho, políticamente Mises era un liberal radical, que denunciaba los aranceles, las restricciones a la inmigración o las imposiciones gubernamentales para hacer obligatoria la moral. Por otra parte, Mises fue un leal conservador en lo cultural y en lo sociológico, que atacaba el igualitarismo y denunciaba con firmeza el feminismo político como una forma de socialismo. A diferencia de muchos críticos conservadoras del capitalismo, Mises sostenía que la moral personal y la familia nuclear eran esenciales para un sistema capitalista de libre mercado, y que, además, lo promovían.

La influencia de Mises fue notable, si se tiene en cuenta la escasa popularidad de sus visiones epistemológicas y políticas. Sus estudiantes de los años 1920, a pesar de que algunos más tardes se convirtieron al keynesismo, estuvieron siempre impregnados por una visible influencia misiana. Entre estos estudiantes figuran, además de Hayek y Robbins, Fritz Machlup, Gottfried von Haberler, Oskar Morgenstern, Alfred Schutz, Hugh Gaitskell, Howard S. Ellis, John Van Sickle y Erich Voegelin.

Jacques Rueff, el principal consejero económico y monetario del General de Gaulle, y viejo amigo y admirador de Mises, ayudó a Francia a separarse del socialismo. Parte de abandono del socialismo en la Italia de después de la segunda guerra mundial se debió a su presidente Luigi Einaudi, distinguido economista, amigo desde hacía tiempo y colega en el libre mercado de Mises. En Estados Unidos, la influencia de Mises fue escasa. A pesar de las condiciones académicas poco favorables, entre sus estudiantes y admiradores se incluían a Henry Hazlitt, Lawrence Fertig, Percy Greaves, Jr., Bettina Bien Graeves, Hans F. Sennholz, William H. Peterson, Louis M. Spadaro, Israel M. Kirzner, Ralph Raico, George Reisman y Murray N. Rothbard.

Desde la muerte de Mises en Nueva York, el 10 de octubre de 1973, a la edad de 92 años, la doctrina misiana y su influencia han experimentado un renacimiento. Al año siguiente Hayek recibió el Premio Nobel de Economía por su teoría del ciclo, y se celebró la primera de las muchas conferencias sobre la escuela austríaca en Estados Unidos. Los libros de Mises han sido reeditados, han aparecido colecciones de sus artículos, y se han impartido numerosos cursos y programas sobre la economía austríaca en todo el país.

El Ludwig von Mises Institute fue fundado por Lle­wellyn Rockwell, Jr, en 1982 en Auburn, Alabama, y tomó el liderazgo en este revivir de Mises y en el estudio y la expansión de su doctrina. El Mises Institute publica revistas y libros y ofrece cursos sobre la economía austríaca a nivel elemental, intermedio y avanzado, que atraen a un número creciente de estudiantes y profesores. Sin duda, el colapso del socialismo y el creciente interés por el mercado libre han contribuido enormemente a su popularidad.

Murray N. Rothbard (1926-1995) fue decano de la escuela austríaca después de la muerte de Mises.